Pretorianos

Pretorianos, la oscura fuerza detrás del trono de los césares

Los pretorianos del Louvre.

   Pocas unidades militares arrastran tan mala fama como los pretorianos, la guardia de los  emperadores de Roma, su privilegiada (cobraban mucho más que los legionarios y servían menos tiempo) y a menudo petulante escolta. El cuerpo, que también acompañaba en campaña al emperador, entrando en combate como soldados, tuvo múltiples funciones incluyendo las de policía secreta, espionaje y operaciones clandestinas (como asesinar a enemigos del Estado). Fue precursor de las unidades de élite y de los guardaespaldas de los líderes modernos, influyó en contingentes como la Guardia Suiza, la Guardia Imperial de Napoleón o las SS, y su eco llega hasta La Guerra de las Galaxias, en cuya nueva entrega, Los últimos Jedi, el malvado líder supremo cuenta con una guardia personal inspirada directamente en ellos (aunque armada con espadas y lanzas láser en lugar de gladios y pilums).

La guardia pretoriana de 'Gladiator'.

A lo largo de sus tres siglos de historia, las misiones a las que tuvieron que hacer frente los pretorianos fueron extremadamente variadas; la función principal de la Guardia Pretoriana fue la protección, a todos los niveles, de la persona del emperador allí donde este se encontrara, ya fuera actuando permanentemente como su escolta y guardia personal en el palatino y demás residencias imperiales o como última línea de defensa en el combate. Como únicas tropas armadas  acantonadas en la capital del Imperio también se les encomendó el mantenimiento y, en su caso, restablecimiento del orden allí donde fuera necesario. Y por último, como cuerpo de élite del ejército romano, actuaron como unidad de combate de élite en el campo de batalla, acompañando bien al propio emperador, a algún príncipe de la casa imperial o al jefe inmediato de la Guardia, el Prefecto del Pretorio.

Así, la Guardia Pretoriana se conformaría como una de las piezas clave en la historia imperial romana y  como uno de los actores principales en la vida del imperio a nivel político, cometido muy alejado de las funciones para las que fue creada. Poco a poco irá cobrando especial relevancia tanto por su cercanía a la figura del emperador como por su acantonamiento como única fuerza militar armada en la capital imperial. Conscientes de su poder, no fueron pocas las ocasiones en que los pretorianos utilizaron su posición e influencia para dirigir y aprovecharse, de paso, de los cambios políticos en la cabeza del estado. Los pretorianos se consagrarían así como uno de los pilares fundamentales del régimen imperial prácticamente desde su creación, en tiempos de Augusto, hasta su desmantelamiento llevado a cabo por el emperador Majencio.

La idea de crear un cuerpo de élite y de confianza no será una innovación del régimen imperial, sino bien al contrario, podemos rastrearla con claridad ya durante el periodo, cuando varios magistrados y patricios especialmente adinerados, quizá basándose en los tradicionales sistemas de cohortes clientelares que habían utilizado figuras tan destacadas como Publio Cornelio Escipión, optaron por formar este tipo de unidades para su protección personal. La denominada “compañía de los amigos” creada por Escipión precisamente para su protección personal cuando se le encargó acabar con la enconada resistencia numantina, estaba formada por 500 clientes escogidos por sus dotes y su amistad con la figura a la que debían proteger durante la campaña, convirtiéndose de esta forma en su escolta personal. Debido a que acampaban junto a la tienda del Pretorio, lugar de los campamentos romanos en el que se alzaba la tienda del comandante en jefe, recibieron el nombre de Guardia Pretoriana y, aunque tras dicha campaña la unidad fue disuelta, desde entonces prácticamente todos los comandantes romanos durante el periodo republicano, hicieron uso de unidades especiales entre cuyas funciones también se encontraba la de su protección y a las cuales se denominaba extraordinarii, siendo sus miembros seleccionados de entre el resto de unidades del ejército.

Los pretorianos desplegados en campaña, según la reconstrucción de un juego de ordenador.

La creación y utilización de una unidad militar especialmente adiestrada para su servicio en determinadas campañas también fue previa a Augusto, refiriéndose Salustio por vez primera en los textos a una cohorte como “pretoriana” al relatarnos que el Propretor Petreio contaba con una unidad así llamada y que actuaba como guardaespaldas cuando se enfrentó a Catilina. Julio César encargará su propia seguridad a una unidad de soldados hispanos unidos a él mediante el famoso vínculo de la fides (con toda seguridad habría sido mucho más difícil de acometer su asesinato si no hubiera disuelto previamente esta escolta). Marco Antonio y Octavio contaban con aproximadamente 16 cohortes pretorianas cada uno,unos 8.000 soldados, durante la guerra civil, pero estas unidades no se institucionalizaron oficial y permanentemente como guardia personal de cada una de las figuras que ocuparían el cargo de Imperator hasta época de Augusto que, en año 13 a.C. mediante una reforma militar en la que desmovilizó la mayor parte del gigantesco ejército que había actuado en las guerras civiles, formó y reglamentó oficialmente la Guardia Pretoriana como unidad especial militar cuya función era la protección de la Familia Imperial tanto dentro como fuera de la propia Roma. En virtud de las reformas de Augusto, el ejército romano en su conjunto quedó reducido a treinta legiones y las cohortes pretorianas a solo nueve. No se sabe con certeza cuántos soldados formaban inicialmente cada cohorte pretoriana pero se cree que serían unos 500 como sucede en el caso de las cohortes legionarias, aunque finalmente se permitió que alcanzaran los 1.000 efectivos. De las nueve cohortes, solo tres fueron acantonadas cerca de Roma, mientras que el resto se repartió por el resto de la Península Itálica, completándose todas ellas con un reducido contingente de caballería, conocidos como la turmae, de treinta hombres.

Como aun en época de Augusto estaba prohibido que tropas romanas armadas permanecieran dentro del pomerium, el recinto sagrado de la ciudad, los componentes de la Guardia Pretoriana debían vestir de paisano, sin ninguna ostentación de su condición militar, salvo quizá por llevar las caligae o sandalias militares que generalmente solo usaban los soldados, pero con el gladius dispuesto y oculto bajo los pliegues de la toga de ciudadano tal como apuntan Marcial o Tácito. Arriba, el emperador Claudio conversa con el Prefecto del Pretorio, escoltados por un guardia pretoriano

El mando de la Guardia se institucionalizó de forma colegiada en dos miembros del orden ecuestre con el título de Prefectos del Pretorio,de nombramiento exclusivo por el emperador ya que se trataba de una unidad destinada a su salvaguarda personal. Estar cerca de la fuente de la que emana el poder, siempre tiene sus ventajas; sus miembros solo estaban obligados a permanecer doce años de servicio, frente a los dieciséis de los legionarios, cumplidos los cuales recibían una cuantiosa recompensa en dinero, también muy superior a la de cualquier legionario. Además gozaban del privilegio de poder cumplir la mayor parte del servicio en la capital,  mientras que el resto de las legiones estaban diseminadas por todo el imperio y en su mayoría se encontraban en lugares fronterizos o problemáticos. La mayoría de los integrantes de esta primera Guardia asentados en la ciudad se dedicaban a patrullar el palacio y los edificios más importantes, recibiendo el tribuno de la cohorte de guardia cada día a la hora octava, el santo y seña por boca del propio Augusto para garantizar su seguridad. Pero como aun en época de Augusto estaba prohibido que tropas romanas armadas permanecieran dentro del pomerium, el recinto sagrado de la ciudad, los componentes de la Guardia Pretoriana debían vestir de paisano, sin ninguna ostentación de su condición militar, salvo quizá por llevar las caligae o sandalias militares que generalmente solo usaban los soldados, pero con el gladius dispuesto y oculto bajo los pliegues de la toga de ciudadano tal como apuntan Marcial o Tácito.

Apenas contamos con datos sobre la Guardia Pretoriana en la época inmediatamente posterior a su formación, quizá relacionándose ello con que el propio Augusto no quiso que cobraran protagonismo. Esta escasez de información se verá en parte paliada ya en época de Tiberio, cuando sabemos que lo apoyaron durante la conjura del Prefecto del Pretorio Sejano, siendo recompensados por ello tras la muerte de su jefe, y enviados junto a Germánico y Druso para ayudar en la contención de los motines de las legiones de Germania y Panonia. Pero no será precisamente la lealtad una de las virtudes principales de la Guardia a lo largo de su historia y no tardarían en demostrarlo ya en el 37 d.C. cuando el Prefecto del Pretorio Quinto Sutorio Macro ayudo a Calígula a acceder al poder, pero tan solo cuatro años después tal fue el disgusto que provocó en un tribuno pretoriano, llamado Casio Chaerea, del que se había mofado sin piedad y en diversas ocasiones a causa de su voz chillona, que fue asesinado por oficiales de la Guardia liderados por aquel siendo esta la primera vez que ésta tomaba parte en una acción política. Los germani corpores custodes emprendieron la búsqueda de los asesinos, mientras el Senado discutía la restauración de la República; pero cuando los pretorianos saqueaban el palacio, encontraron a Claudio, tío de Calígula, escondido tras una cortina y necesitados de un emperador para asegurarse su propia existencia, lo llevaron al campamento pretoriano y lo proclamaron emperador, viéndose obligado el Senado a aceptar el golpe. Claudio recompensó a la Guardia con una gratificación generosa de cinco años de sueldo, y parece ser que estos acompañaron al emperador en el año 43 d.C. durante su invasión de Britania.

Claudio será envenenado por su esposa Agripina y por su hijastro Nerón en el año 54 d.C., conspiración de la que Flavio Josefo hace partícipe a la Guardia que estaría de parte de Nerón. Su mano derecha en la prefectura fue Sexto Afranio Burro, quien ejerció una enorme influencia sobre el emperador y se encargó de llevar a cabo numerosos de los crímenes dictados por este; pero tras su muerte el control del emperador sobre la Guardia se resintió cuando estos actos, matricidio incluido, fueron conocidos por los oficiales conservadores de la Guardia, formando parte de la conspiración liderada por el senador Calpurnio Pisón del año 65 d.C. uno de sus sucesores en el cargo.

Masacre de los germanos de Caligula tras su asesinato

El otro prefecto, Tigelino, dirigió las fuerzas que aplastaron la conspiración, recibiendo cada hombre de la Guardia una gratificación de 500 denarios. A pesar de ello, tres años más tarde, Ninfidio Sabino, nuevo compañero de Tigelino, logró que la Guardia abandonara a Nerón en favor del pretendiente Galba prometiendo la astronómica suma de 7.500 denarios por hombre, a cambio de su lealtad. Cuando aquel accedió finalmente al poder se negó a pagar lo acordado y se deshizo de Sabino por miedo a que le arrebatara el trono al considerarle como un supuesto hijo de Calígula.

El impago de Galba permitió a su rival Otón sobornar a 30 speculatores de la Guardia para que lo proclamaran emperador y a pesar de oposición de la cohorte de servicio en palacio, Otón consiguió imponerse al resto de la Guardia. Como resultado de si tacañería, Galba fue linchado el 15 de enero del año 69 d.C.

En el Año de los Cuatro Emperadores, los pretorianos estuvieron implicados en una gran campaña por primera vez en un siglo de existencia. Cuando el gobernador de la Baja Alemania, Aulo Vitelio, fue proclamado emperador por las legiones del Rin compuestas por veteranos de las Guerras germánicas (como la legio I Germanica y la XXI Rapax), este decidió marchar hacia Roma, ante lo cual Otón, apoyado por los pretorianos y las tropas del Danubio, bloqueó rápidamente su avance en Bedriacum, cerca de Cremona, pero fue derrotado, en parte por culpa de la indisciplina de la Guardia. Antes que provocar más derramamientos de sangre, o quizás antes que morir linchado, Otón se suicidó el 16 de abril del año 69 d.C. Vitelio se vengó de los pretorianos, ejecutando a sus centuriones y deshaciendo las cohortes existentes; después creó 16 cohortes nuevas, de 1.000 hombres cada una, reclutados entre los legionarios y auxiliares de su propio ejército. Pero los pretorianos despedidos se convirtieron en la espina dorsal del ejército de un nuevo pretendiente al trono, llamado Tito Flavio Vespasiano, al que también apoyaron los ejércitos del Este. Tras una terrible segunda batalla en Bedriacum, las fuerzas de Vespasiano sitiaron Roma y, guiadas por los antiguos pretorianos de Otón, atacaron el Castra Praetoria. Vitelio fue muerto el 20 de diciembre del año 69 d.C.113,terminando así la Guerra Civil.

Equites Singulares Augusti

La nueva dinastía Flavia trajo consigo la reducción de las cohortes pretorianas a nueve y la reconstrucción del Castra,siendo Tito, hijo y heredero del nuevo emperador Vespasiano, nombrado Prefecto del Pretorio y permaneciendo los pretorianos leales a la dinastía. No sería hasta época de Domiciano que el número de cohortes se estableció de nuevo en diez, actuando en este periodo los pretorianos en campañas militares como en Germania y en el Danubio contra los dacios. Domiciano sería asesinado en el año 96 d.C. pero la implicación de la Guardia en este hecho no está clara ya que recién acaecida su muerte e incluso durante el reinado de Nerva siempre pidieron que se le deificara y ajusticiara a los conspiradores, a lo cual el nuevo emperador se negó. Los recelos que en la confianza de Nerva hacia los Prefectos del Pretorio suscitaron estas peticiones hicieron que destituyera a Petronio Segundo de su cargo a favor de Casperio Eliano, pero sería este mismo quien a la postre encabezaría una revuelta en la que los pretorianos tomaron a Nerva como rehén para obligarle a castigar a los conspiradores e incluso a firmar un documento en el que se elogiaba la actitud de los pretorianos. El incidente no fue a más pero la autoridad de Nerva había quedado en entredicho y Trajano, gobernador de la Alta Germania, no tardaría en ocupar su lugar tras ser nombrado por este como su hijo adoptivo por Nerva;a su muerte en el año 98 d.C., Trajano no tardó en castigar a los pretorianos que habían participado en la revuelta contra su predecesor y como parte de su venganza redujo a la mitad el tradicional donativo que cada emperador les entregaba al ascender al trono. Dejó pasar tiempo antes de volver a Roma, acompañado posiblemente por la unidad recién formada que se encargaría de su custodia personal (junto con los speculatores), los llamados Équites Singulares Augusti, soldados de caballería cuidadosamente seleccionados de las tropas auxiliares de las provincias, en especial de las del Rin y el Danubio, que tomaron como modelo a las unidades de soldados seleccionados individualmente (singulares) que servían de escolta a los gobernadores provinciales. Del mismo modo, planeó tratar el problema con los dacios mediante una gran campaña en la que la Guardia jugaría un importante papel y aprendería a ser leal a su nuevo dueño; participando estos también en la guerra de los Partos (113-117 d.C.) y siendo reconocidos sus méritos al ser incluidos en los relieves de la Columna de Trajano y en el Gran Friso de Trajano.

El gusto de los emperadores posteriores por su participación personal en las campañas militares desde finales del siglo I d.C. hasta principios del II d.C. hizo que el papel militar de la Guardia como tropa de elite se incrementara. Así, los pretorianos acompañaron a Lucio Vero en la campaña oriental (162-166 d.C.), y a Marco Aurelio en la del norte, entre los años 169-175 y 178-180 d.C., durante lo cual dos prefectos murieron, conmemorándose los éxitos de la Guardia en la columna de Marco Aurelio. Tras la muerte de Helvio Pertinax (193 d.C.), los pretorianos organizaron una subasta por la púrpura imperial entre los hombres más ricos de Roma, celebrada en el interior de su campamento. El ganador sería el senador Didio Juliano que pagaría la astronímica suma de 25.000 sestercios a cada soldado de la Guardia por su apoyo. Sin embargo, al mismo tiempo los ejércitos del Danubio habían elegido como emperador al gobernador de Panonia Superior llamado Lucio Septimio Severo, que sitió Roma y prometió el perdón a los pretorianos si le entregaban a los asesinos de Pertinax, organizando un banquete en su campamento al que fueron invitados y una vez allí los desarmó. Tras ello se deshizo de los soldados pretorianos y los sustituyó por tropas leales procedentes de Panonia que desde ese momento pasaron a conformar la Guardia y que más tarde combatirían con distinción contra su rival Clodio Albino en la batalla de Lyon en el año 197 d.C. y acompañaría a Severo tanto al Este desde el año 197 al 202 d.C., como a Britania desde el 208, hasta el 211 d.C., año de su muerte en York. Parecía que los pretorianos serían leales a la nueva dinastía pero cuando Caracalla, hijo de Severo, asesinó a su hermano Geta al poco tiempo de que pasara a ocupar el trono, éste perdió el favor de la Guardia, siendo mandado asesinar por Macrino su Prefecto del Pretorio cuando en el 217 d.C. se encontraba en la campaña del Este. Macrino ocupó el trono pero solo pudo mantenerlo durante un año, que fue lo que tardó en sucumbir ante las tropas de Heliogábalo, sobrino-nieto de la mujer de Severo, Julia Domna.

Macrino había enviado al exilio en Siria a la familia de Caracalla,pero tras sobornar a las tropas romanas allí asentadas éstas lo proclamaron emperador. Macrino envió a la región al Prefecto del Pretorio Ulpio Juliano para acabar con la rebelión, pero una vez allí sus soldados se pasaron al bando de Heliogábalo y la cabeza del Prefecto fue enviada al emperador. Pronto los pretorianos y gran parte de los legionarios se arrepintieron de su decisión y parte de culpa la tuvo el hecho de que intentara imponer en la capital el culto oriental al dios El-Gabal como principal deidad del panteón romano, que se casara con una virgen vestal y que construyera un lujoso templo a este nuevo dios en una ladera del Palatino, recibiendo la construcción el nombre de Eliogabalium. La Guardia dio su apoyo a su primo, Severo Alejandro, aun cuando contaba solo con trece años de edad en el 222 d.C. y acometió el asesinato tanto de Heliogábalo como de su madre. Consciente de que el nuevo emperador no podía controlar al Prefecto y de que su vida estaba en sus manos, éste se hizo cargo de la administración general y designó a juristas para ocupar el puesto134, como Papimiano, que ocupó la prefectura desde el año 203 d.C. hasta que fue depuesto y ejecutado a la llegada de Caracalla al poder.

Con la muerte de Alejandro en el año 235 d.C. y el fin de la dinastía Severa, el Imperio entró en una fase de anarquía, aumentó la presión de los bárbaros en las fronteras, y uno tras otro, los generales romanos emplearon sus tropas para tomar el trono, en lugar de combatir al enemigo. En el año 238 d.C., con el grueso de la Guardia lejos en el frente, una multitud de civiles, incitados por senadores sedientos de venganza por la tiranía de los pretorianos, sitió a la pequeña guarnición que quedaba en el Castra. Mientras tanto, el fracaso del emperador Maximino en provocar una guerra civil contra el pretendiente Gordiano le llevó a la muerte a manos de sus propias tropas, incluidos los pretorianos que le habían proclamado emperador. Los candidatos designados por el Senado, Pupieno y Balbino, reclamaron la vuelta de la Guardia a Roma, que los sitió y acabó con sus vidas. Después del año 238 d.C. tanto las fuentes literarias como las epigráficas apenas nos ofrecen información sobre los pretorianos. En el 243 d.C. durante la campaña de Gordiano III contra Sapor I de Persia, el Prefecto del Pretorio Timesiteo murió en extrañas circunstancias y el emperador le sustituyo por el que a la postre se convertiría en su sucesor Filipo el Árabe. Gordiano III moriría poco después en el 244 d.C. en plena campaña y Filipo fue nombrado emperador aclamado por las tropas. Se sabe que más tarde, en tiempos del emperador Aureliano (años 270-275 d.C.) participaron en una expedición contra Palmira y que, posiblemente, el notarius Mucapor y otros oficiales de alto rango de la Guardia Pretoriana, temiendo ser ejecutados por el emperador, lo asesinaron en septiembre de 275 d.C., en Cenofrurio, Tracia. En el año 297 d.C. acompañaron a Maximiano a Mrica, y se dice que Diocleciano (284-305 d.C.) redujo el tamaño de la Guardia.

Desconocemos en gran parte como afectó a la Guardia Pretoriana el inicio de la Tetrarquía (293 d.C.) pero probablemente las tropas fueron divididas y asignadas en función del rango de cada tetrarca, al que acompañarían a sus residencias oficiales como sucedió con Maximiano y Diocleciano en Nicomedia y Milán respectivamente. Por su parte, es posible que aun quedara una parte de la unidad en el castra de Roma como reliquatio, pero el resto debieron participar en las campañas en que éstos tomaron parte (en la de Diocleciano contra Carino, en las campañas de Maximiano contra alamanes y burgundios, etc.). Finalmente, en el año 305 d.C., abdicaron los dos augustos tetrarcas, Diocleciano y Maximino, asumiendo el cargo los césares Galerio y Constancio; pero éste último murió en York al año siguiente, y el ejército en Britania, proclamó emperador a su hijo Constantino, mientras que en Roma la Guardia hizo lo propio con Majencio, hijo de Maximino (conocido como un feroz perseguidor de cristianos, se dice que autorizó a la Guardia a realizar matanzas entre ellos). Éste se mantuvo en el poder derrotando a Galerio y después hizo lo propio, gracias a las acciones de los pretorianos, cuando su padre Maximiano quiso derrocarle; mientras que, al mismo tiempo, el Prefecto del Pretorio de Majencio acabó con el usurpador Domicio Alejandro en el 311 d.C. en la provincia de África. Fue en este momento cuando Constantino entró en acción marchando sobre la península itálica un año después, derrotando a Ruricio Pompeyano, prefecto de Majencio cuando este le esperaba en Verona. Majencio se aprestó a hacerle frente al norte del Tíber, pero fue derrotado en Saxa Rubra, a pesar de que los pretorianos fueron quienes lucharon con más vigor hasta que se retiraron combatiendo hacia el puente, pero al cruzar éste se hundió y se ahogaron junto con el propio Majencio, que cayó de su caballo a la corriente Quizá conscientes de que se acercaba su fin, la Guardia Pretoriana luchó hasta el final apoyando a su benefactor y al paganismo con la esperanza de perpetuarse, ya que una vez que se hizo con el poder, Constantino descartó la posibilidad de reformar la Guardia como había hecho Septimio Severo y la disolvió, acabando con una institución que atesoraba más de tres siglos de historia. En el 312 dC. el Castra Praetoria fue arrasado y se envió a los supervivientes a la frontera del Rin para alejarlos de la capital, manteniendo sus propias unidades de guardias, reclutadas en gran parte entre tropas alemanas, conocidas como Scholae. Curiosamente, el puesto de prefecto pretoriano sobrevivió para designar al más alto cargo civil del Imperio, pero ya no asociado al mando militar. Nunca más se volvió a crear la Guardia pretoriana.

Hasta el reinado del emperador Tiberio la Guardia Pretoriana no contó con un campamento permanente, que se edificó en el 23 d.C. en el extremo noreste de la ciudad, en la colina Viminal, por iniciativa de su Prefecto del Pretorio, Lucio Elio Sejano: el Castra Praetoria. Hasta entonces los pretorianos vivían en la ciudad mediante el sistema del hospitium según el cual el propietario de un inmueble que era seleccionado por rotación  debía alojar obligatoriamente a un grupo de soldados en su casa y cubrir todas sus necesidades de su propio pecunio. Situado en la Región VI o Alta Semita (uno de los doce distritos en los que se dividió la capital durante el principado de Augusto)  El Castra Praetoria podía controlar tanto la ciudad como las calzadas del este y el noreste. El campamento era de planta rectangular, con unas dimensiones de 440 m x 380 m. rodeado de una muralla exterior de unos 3,5 metros de altura, realizada en hormigón revestido de ladrillo rojo con arcos de descarga. Sus ángulos se redondearon premeditadamente y se llevó a cabo la instalación de entre 16 y 20 torres de defensa a lo largo de la muralla, que contaba con cuatro únicos accesos principales :la Porta Praetoria (la principal), la Porta Decumana, la Porta Principalis Dextra y la Porta Principalis Sinistra, flanqueadas todas ellas por dos pequeñas torres que junto con la calzada pavimentada que rodeaba la muralla exterior facilitaban la defensa. La parte interior de la muralla contaba con dos plantas con numerosas cellae o habitaciones de la tropa, sobre las cuales discurría el camino de ronda articulado por una serie de parapetos, cerrados en bóvedas de cañón y realizadas en opus reticulatum. Originalmente su estructura era similar a la de los típicos campamentos romanos y por tanto suponemos que habría tenido capacidad para aprox. 4.000 soldados,pero se han descubierto restos de tres núcleos de alojamientos o barracones en dos filas de habitaciones pavimentadas formando dos pisos de altura, estructuras únicas en cuanto a este tipo de construcciones que hacen pensar en que dentro del perímetro podrían acantonarse hasta 12.000 soldados caso de ser necesario.

Las instalaciones también contaban con almacenes (horrea) y un templo dedicado al dios Marte situado en el cuartel general (principia) también dedicado al culto imperial y en cuyos sótanos sería probable que se ubicara el aerarium o caja de ahorros de la unidad, gestionada por los portaestandartes o signiferi. Un elemento esencial dentro de la Guardia eran las ceremonias religiosas dedicadas a honrar al emperador,el denominado culto imperial, que tuvo en el campamento pretoriano una de sus principales sedes, como no podía ser de otra forma, pues este cuerpo existía por y para el emperador. Existía a su vez un complejo termal con piscinas numeradas, y multitud de otros edificios con diversas funciones como un gran arsenal o armamentarium, cárceles, la zona de entrenamiento o campus, un hospital o valetudinarium, los alojamientos de los mandos, etc. Abarcaba un área de más de 17 hectáreas. Los muros sufrieron desperfectos durante la guerra civil del 69 d. C., siendo reparados por Vespasiano hasta que en el 271 d.C. Aureliano decidió rodear Roma con unas impresionantes murallas de ladrillo que englobaron el campamento de la Guardia en el perímetro defensivo, lo que obligó a aumentar la altura de sus muros y torres para igualarlos con los de la muralla. Las últimas obras que se acometieron en el Castra Praetoria las llevó a cabo el emperador Majencio quien mejoró los parapetos para que fuera más fácil allí protegerse de un posible sitio al que le sometiera Constantino si llegara el caso. Pero en el año 312 d.C. tras la victoria de Constantino, este mando destruir el Castra Praetoria menos las zonas que formaban parte de la muralla.

En el siglo III d.C, el emperador Caracalla (alrededor del año 238 d.C) aumentó la altura de los muros, que fueron mejorados y reforzados con la adición de almenas dentro del proyecto de ingeniería de los Muros Aurelianos (271 d.C). El emperador Majencio agregó una gran cantidad de parapetos a las enormes murallas de la fortaleza alrededor del año 310 d.C. Además de los pretorianos, existían otras unidades establecidas en el Castra Praetoria:

-. Los urbaniciani (hasta que se construyeron los castra urbana a finales del s. II d.C.) cuerpo militar creado por Augusto en el 13 a.C. cuya misión era el mantenimiento del orden público en Roma; su numeración seguía la de las cohortes pretorianas, por lo que eran la X, XI y XII probablemente estando organizadas como cohortes quingenariae, bajo el mando del Prefecto de Roma (cargo desempeñado por un senador de alto rango creado con las reformas de Augusto ).

-. Los statores augusti, a medio camino entre la policía militar y ordenanzas, que se encargaba de los arrestos y de la transmisión de mensajes, debiendo también acompañar al emperador en campaña. La unidad estaba dividida en centurias (en total 2 o tres) llamadas centuriae statorum cada una de ellas al mando de un centurión con el Prefecto del Pretorio como mando supremo. Su rango dentro de la guarnición de Roma les situaba por detrás de las cohortes pretorianas y urbanas, pero por delante de los vigiles.

En cuanto a su organización, la Guardia Pretoriana constaba de nueve cohortes identificadas de la I a la IX; dado que una legión estaba formada por diez cohortes, Augusto siempre pendiente de las formas, se cuidó mucho de no alentar, con su formación, el temor en la capital a que éste tuviera dentro del pomerium sagrado una legión a sus órdenes que recordara al periodo de las guerras civiles. Las cohortes pretorianas se organizaban en quingenariae (480 hombres por cohorte organizados en seis centurias de ochenta hombres), a lo cual habría que unir un pequeño grupo de jinetes llamados cohorte equitatae compuesto por 100 équites praetoriani. El emblema de la Guardia era el escorpión, pero se mantiene la duda de si este fue otorgado por Augusto o sólo se adoptó tras la construcción de los castra praetoria durante el reinado de Tiberio ya que se trataba del signo zodiacal del emperador. Su número permaneció más o menos estable hasta la época de Septimio Severo, quien como hemos visto, inició una reforma licenciando a la Guardia anterior para formar una nueva basada en sus propias tropas del Ilirico, y elevando el número de soldados por cohorte de nuevo a mil hombres, número que se mantendría hasta su disolución en el 312 d.C. Posteriormente, Augusto aumentó el número de cohortes a doce para reducirlo poco después a nueve a finales de su reinado, en el año 12 d.C., al designar tres de ellas como cohortes urbanas.

No tardaría la Guardia en volver a ampliar sus efectivos, esta vez bajo el reinado de Tiberio en el marco de los planes de reorganización de la Guardia y de construcción del Castra por parte de Sejano. Poco después se redujeron de nuevo pero, en época de Claudio quien, debiéndoles el trono,no dudo en incrementar nuevamente a doce el número de cohortes. Lo mismo sucedería en el breve gobierno de Vitelio (69 d.C.) cuando tras su llegada de Germania a Roma elevó la Guardia a dieciséis cohortes de mil soldados cada una, e incremento las cohortes urbanas hasta alcanzar las cuatro. Con el fin de encargarse más eficazmente del orden en la ciudad. Vespasiano detendría esta tendencia al ordenar que se regresara al número original de nueve cohortes, aunque ello no fue fácil y requirió de muchas concesiones a los pretorianos para no provocar una sublevación. Una de ellas fue la concesión, a los pretorianos de Vitelio de la honesta missio o retiro honorable a todo aquel que le correspondía, pero para asegurar su control dispuso que su hijo Tito fuera nombrado Prefecto del Pretorio desde el 71 d.C. hasta su entronización como emperador a la muerte de su padre. A finales del s.I d.C. el número de cohortes volvió a aumentar a diez gracias a Domiciano, y este número ya no se modificaría hasta la desaparición de la unidad en el año 312 d.C. Las cohortes pretorianas se organizaban en tres manípulos de dos centurias cada uno, las cuales estaban a su vez compuestas por ochenta soldados que se subdividían en diez pelotones llamados contubernia, de ocho hombres cada uno. A cada cohorte se añadía un complemento de caballería de unos cien equites praetoriani, estructurados en tres turmae o escuadrón de treinta hombres al mando de un optio equitum; mientras se encontraban en la capital dependían del tribuno de cada cohorte, y  ofrecían una gran maniobrabilidad ya que podían unirse en un solo contingente para formar un grupo compacto de mayor consistencia táctica. Solo se podía acceder a esta unidad tras haber cumplido cinco años de servicio. Durante los siglos I y II d.C. parece ser que había tres turmae por cohorte, pero ya en el s. III d.C. el número aumento a diez en el momento en el que las cohortes pretorianas pasaron a ser miliarias.

caballería de la Guardia Pretoriana

Así, entre 400 y 1.000 pretorianos servían como jinetes, estaban inscritos en las centurias como el resto de los soldados y carecían de un comandante unificado propio. Los servicios de los jinetes pretorianos en Roma eran muy variados; solían ser empleados para comunicaciones urgentes, pues los soldados a caballo podían abrirse paso con más facilidad que los infantes por las calles de la capital y veían más lejos al estar subidos a una montura. Los jinetes pretorianos también tuvieron su parte en los espectáculos públicos ofrecidos por los emperadores.

La Guardia disponía durante el s. I d.C. de una sección de caballería de élite, los llamados speculatores augusti, una unidad formada por unos trescientos soldados con un trecenarius al mando. Su función primordial era la de escoltar al emperador a través de las calles de la capital, pero también permanecían junto a él en los banquetes y otros actos, actuaban como mensajeros, espías o exploradores e incluso lo acompañaban en la batalla. Esta unidad desapareció a finales del s. I d.C. y sus miembros se integraron en las cohortes y centurias pretorianas. Estos utilizaban como arma principal la lancea o asta larga terminada por un lado en un cabo apuntado y por el otro en una punta corta y ancha en forma de corazón de forma que ambos extremos estaban pensados para el control de masas y para abrir pasó para el emperador, solo usando las puntas puntas si las cosas se complicaban. Se desconoce el número de integrantes de esta unidad pero parece que no serian menos de trescientos. Se distinguían por llevar un calzado especial de forma desconocida llamado caliga speculatoria y por recibir diplomas honoríficos especiales al licenciarse.

Augusto formará una de caballería compuesta por germanos de la zona del bajo Rin, principalmente bátavos y ubios, que actuaban como guardia inmediata del emperador, los germani corporis custodes. No pertenecían a la Guardia Pretoriana y su origen se remonta a Cesar ,que dispuso de una guardia germana desde el 52 a.C. hasta su muerte, y al período de guerras civiles, en el que se consideró más fiables a los mercenarios que a una guardia de ciudadanos romanos, con lealtades divididas y cuando menos, inciertas. Su número oscilaba entre 500-1.000 hombres, pero la unidad fue temporalmente desmovilizada en el año 9 d.C. tras el desastre del bosque de Teutoburgo donde perecieron a manos de los germanos tres legiones con sus correspondientes auxiliares. Se recuperó para el servicio en el año 14 d.C. siendo acantonados al norte del rio Tíber. Su principal prioridad era la seguridad personal del emperador y se estructuraban en turmae cada una de ellos al mando de un jefe con rango de decurión. El mando de la unidad completa lo ejercía un curator germanorum hasta que este cuerpo fue desmovilizado permanentemente por el emperador Galva en el 69 d.C. Esta unidad no se recuperaría hasta la aparición de los équites  singulares augusti creados por Trajano (98-117 d.C.) y formados por jinetes experimentados procedentes de las alae de caballería auxiliar del ejército romano donde habían tenido que servir previamente una media de cinco años en un ala de frontera, y a los cuales seguramente se les concedería la ciudadanía como premio por el servicio. Inicialmente la unidad estaba formada por 500 jinetes pero más tarde su número se elevó al doble, también se estructuraban en turmae al mando de decuriones y estaban dirigidos por un tribuno, subordinado a los Prefectos del Pretorio. Su campamento se denominaba castra prioria (con una zona de maniobras donde los jinetes se ejercitaban diariamente) y estaba situado en el Celio, mucho más cerca del palacio que la anterior ubicación de los germani. Esta unidad permaneció en activo hasta el año 312 d.C. cuando Constantino los licenció junto a los pretorianos por haber apoyado las aspiraciones de Majencio.

En cuanto al sistema de mando, aunque el mando supremo de las tropas recaía en la persona del Princeps, al no poder ejercer debidamente el mismo en virtud de sus múltiples ocupaciones, delegó el mando de la guardia Pretoriana en el Prefecto del Pretorio que hace igualmente la función de Primer Ministro y de ministro de la Guerra. El papel de los prefectos del pretorio iba más allá del simple mando militar que pudieron tener en origen, pues poseían autoridad judicial en el marco de la península italiana y política, al formar parte del consilium principis (consejo imperial). El poder fáctico del que gozaban era tremendo, como se encargarían de demostrar individuos como Sejano, Plauciano o Perenne. Con anterioridad a su establecimiento en Roma, mientras las cohortes pretorianas estaban separadas, se mantenían bajo la autoridad de sus respectivos tribunos. Con su concentración en Roma, Augusto establecerá que la guardia estaría mandada por dos Prefectos del Pretorio, una nueva figura de rango superior al tribunado. Al estar las cohortes aún acantonadas, inicialmente, dentro y en los alrededores de la ciudad, se tuvo que dividir el mando, de forma que uno de los pretores se encargaría de comandar las cohortes de la ciudad (en un principio tres) y el otro, del resto. Sin duda Augusto también pretendía que, debido tanto a la importancia como al peso militar y político que implicaba comandar una tropa de soldados escogidos dentro de la propia capital del imperio, atajar las posibles aspiraciones de quien ocupara este cargo gracias al contrapeso de poder de su colega. Aunque no puede descartarse que la medida buscara repartir las numerosas competencias que la Guardia tenía tanto dentro como fuera de la capital o que se tratara de una maniobra de Augusto para no romper con la tradición existente de la colegialidad dentro de las magistraturas romanas.

A finales del s. I a.C. los Prefectos del Pretorio desempeñaban, esencialmente, un cargo militar de control, gestión y administración tanto de las cohortes bajo su mando como de su cuartel general (Praetorium); funciones que unidas a la cercanía y confianza del emperador hicieron que poco a poco estas figuras fueran acumulando cada vez más poder hasta convertirse en el s. II d.C. prácticamente en las figuras más poderosas del imperio en lo político, solo por debajo del emperador. Durante el gobierno de Vespasiano (69-79 d.C.) aun contaban con pocas prerrogativas, pero desde este momento comenzaron un proceso de reforzamiento de su autoridad con los gobiernos de Tito (79-81 d.C.) y Domiciano (81-96 d.C.) en  los que los prefectos del pretorio pasaron a formar parte del Estado Mayor de los emperadores y se les concedió el mando de tropas fuera de Italia. En cualquier caso, el emperador nunca perdió el mando supremo de estas tropas (incluso nombrará a familiares directos como sucedió con Tito o con Cómodo antes de ser emperadores) y dispuso que ocuparan este puesto équites asalariados de su entera confianza con el fin de asegurar su fidelidad al ligar su futuro, su carrera y su sustento al suyo.  La influencia de los Prefectos del Pretorio llegó a tal punto que recibieron el título de vir eminentissimus para denotar su posición, si bien seguían perteneciendo durante el desempeño de su cargo al orden ecuestreAunque por lo general se trataba de militares experimentados cuyas carreras previas les habían preparado adecuadamente para jugar este papel junto al emperador,  incluso en época temprana, algunos de ellos aspiraron a cotas más elevadas de poder como sucedió durante la prefectura de Elio Sejano (14-31 d.C.), que protagonizó un golpe de Estado palaciego que casi tuvo éxito.

Desde la época de Tiberio (14-37 d.C.) los prefectos llevaron a cabo misiones judiciales oficiales, como el interrogatorio de sospechosos inculpados en crímenes contra la seguridad del Estado  (aunque su papel evolucionó poco a poco participando cada vez más activamente en los mismos),teniendo además plenos poderes concedidos por el emperador para arrestar, custodiar y establecer una relación de los individuos sospechosos de actividades subversivas contra el Estado así como mantener la custodia de las personas enviadas a Roma a la espera de juicio. Durante el s. II d.C. por delegación del emperador incluso pasaron también a ocuparse de las apelaciones relacionadas con decisiones emanadas de los gobernadores de provincia, llegando a sentarse en el Consilium Principis (o Consejo Imperial) en calidad de jueces o de presidentes del jurado representando al emperador (como sucedió durante el reinado de Tiberio, Claudio, Marco Aurelio, etc.), pero no siempre, ya que otros como Tito o Trajano se abstuvieron de convocarlos a dicho órgano. También representaban al emperador en el castigo de los miembros del servicio civil imperial y de los oficiales provinciales que no desempeñaban correctamente su labor y tenían la capacidad de emitir ordenanzas generales siempre que no modificasen las leyes en vigor. Así, la existencia de dos prefectos permitía que uno de ellos se volcara en las misiones judiciales o políticas mientras que el otro se dedicaba exclusivamente a las tareas militares y a la protección del emperador, aunque puede que se repartieran a partes iguales dichas atribuciones ya que no está claro el sistema que empleaban para ello. Pero a pesar de la colegialidad del puesto, no fueron pocas las ocasiones en que este cargo fue desempeñado de forma individual por una única persona, ya que la confianza que muchos de los emperadores depositaron en ellos hizo que prescindieran de la colegialidad al considerarla innecesaria.

La participación de la Guardia Pretoriana en campañas militares fue relativamente frecuente a lo largo de la historia de esta unidad, no solo cuando el emperador decidía ocuparse de  una campaña en persona, sino también en momentos en los que los frentes abiertos se multiplicaban y eran enviados sin su presencia pero bajo el control del Prefecto del Pretorio, quien inmediatamente tomaba el mando de la campaña. La primera vez que actuaron, tras su formación como unidad militar, vino de la mano de Augusto contra los salassi (en los Alpes) en el 25 a.C,  pero probablemente también participaron en las Guerras Cántabras y posteriormente realizaron numerosas campañas junto a otros emperadores como con Calígula durante su expedición en Germania, con Claudio en su campaña contra Britania o con Lucio Vero (161-169 d.C.) en la guerra contra los partos.  Pero en lo que se refiere a su poder militar aun desconocemos sus atribuciones exactas. Según Dión Casio, el Prefecto del Pretorio estaba al mando tanto a las tropas acantonadas en Roma y del resto de las que se encontraran en Italia (al menos durante el s. III d.C.) por lo que los Prefectos del Pretorio podían mandar otras tropas e incluso comandar ejércitos por orden del emperador, tanto durante la dinastía Flavia como con los Antoninos. Así, en el 86 d.C. Domiciano le concedió al prefecto del pretorio Cornelio Fusco el mando de la segunda campaña contra los Dacios; Marco Aurelio también se sirvió de ellos para otorgarles el mando de diversas campañas y desde el s. II-IV d.C. hasta la abolición de la Guardia por Constantino, el Prefecto del Pretorio dispuso de libertad para nombrar a los mandos legionarios y se erigió como su comandante en jefe tanto por su cargo de prefecto como por ser el representante del emperador (poder delegado) cuando su propio mando era poco fiable o su vejez se lo impedía, como sucedió con Perennis en época del emperador Cómodo (180-192 d.C.). Incluso se encargaron de la logística militar, ya que a finales del s. II d. C. eran los principales responsables del abastecimiento de los ejércitos del Imperio cuando recibirán las competencias sobre la Annona militaris durante el gobierno de Septimio Severo. En cualquier caso, cuando el emperador no lo requería para otra misión, Los Prefectos del Pretorio se instalaban en Roma, mientras él se encontrase en la ciudad y la guardia podía actuar como tropas de ceremonia en ocasiones especiales; cuando éste se desplazaba, uno de los prefectos le seguía con seis cohortes, mientras que al menos tres de ellas permanecían en la ciudad.

La gran evolución en las competencias de los prefectos se produjo durante la dinastía Flavia (69-96). Así pues, con los emperadores flavios se produce un punto de inflexión; los emperadores de esta dinastía habrían sido conscientes del peligro potencial que podían representar los prefectos del pretorio y sus tropas tras los acontecimientos de 68-69, Intentaron así desplazarlos progresivamente de su función primaria, que consistía en mantener la seguridad inmediata del emperador y su familia, iniciando un proceso de desarrollo que volcaría este cargo hacia la administración de justicia, la administración general y la dirección global de las tropas del Imperio; todo ello por supuesto, sin descuidar el mando de los pretorianos. Para iniciar esta nueva etapa, nada mejor que acometer la reforma con el hijo del nuevo emperador al frente de la prefectura. Tito ejerció la prefectura del pretorio durante ocho años antes de llegar al poder en 79, sucediendo a su padre como emperador y paradogicamente, legó a sus sucesores una prefectura del pretorio ampliamente reforzada con respecto al período precedente que a partir de Domiciano verá incluso a los Prefectos a la cabeza de ejércitos completos (por ejemplo, Domiciano concedió a Cornelio Fusco la dirección de la segunda expedición contra los dacios y el Prefecto T. Furio Victorino a partir de 162 acompañó a Lucio Vero a Oriente para ayudarle en la dirección de la guerra contra los partos). A partir de este período los prefectos del pretorio figuran en el Estado Mayor general de los emperadores y comienzan a mandar tropas más allá de Italia.La práctica de conceder a los prefectos del pretorio mandos militares operacionales continuó durante la dinastía de los Antoninos (96-192).

El mando de los prefectos del pretorio parece que se extendía a todas las unidades acantonadas en Roma y en Italia. En algunas ocasiones nombraban personalmente a los tribunos y centuriones a su cargo, como hizo Sejano, pero en base a los diplomas militares pretorianos se aprecia que normalmente era una función propia del emperador, aunque en la elección pudiera tener un gran peso, como es lógico por otra parte, la opinión del prefecto. En la práctica,  debió ser el emperador el que autorizara los nombramientos, parece poco probable que éste se encargara personalmente de todos ellos; posiblemente sí de los más importantes, quedando en manos de los oficiales pretorianos y limitándose aquel a dar el visto bueno para el ingreso teniendo los aspirantes que haber pasado antes por los urbaniciani con la posibilidad futura de ascenso a la Guardia Pretoriana si se hacían merecedores de ello.

Por debajo del Prefecto del Pretorio se encontraban los tribunos pretorianos, de rango ecuestre, a cargo de cada una de las cohortes. Su función era la de mantener la disciplina, ocuparse del equipamiento y del entrenamiento de sus tropas, así como dirigirlas tanto en la capital como en campaña. Estos generalmente habían alcanzado previamente el estatus primipilar, es decir, que habían pasado por el rango más elevado del centurionado legionario, el de primus pilus o primer centurión de la legión, por lo que estos tribunos eran militares ampliamente formados y experimentados, pero que probablemente habría comenzado su carrera militar en las propias filas de la Guardia. Sin embargo, a pesar de que el mando de una cohorte pretoriana era el más elevado al que podía aspirar dentro de la carrera militar, solo podían ocupar el cargo durante un año.La carrera ecuestre quedó fijada progresivamente en época de Claudio, de manera que un primus pilus de una legión tras cesar en este cargo era ascendido como mando a la guarnición de la capital del Imperio, comenzando como tribuno de una cohorte de vigiles; el peldaño siguiente era un ascenso a tribuno de una cohorte urbana, para finalmente alcanzar el mando de una cohorte pretoriana. Transcurrido su año de servicio en la Guardia, podían optar por continuar su carrera en otras unidades, como una legión fronteriza, ocupando el cargo de primus pilus bis, una procuratela e incluso el acceso a los escalones más altos de la administración imperial. El título de tribuno era un indicativo claro de que esos oficiales estaban al mando de ciudadanos romanos. De esta forma, puede observarse cómo los tribunos de las cohortes pretorianas eran militares ampliamente formados y experimentados, así como un vivero de altos oficiales para la alta administración.Entre las funciones de los tribunos estaban controlar la disciplina, el equipamiento y el entrenamiento de sus tropas, así como dirigirlas tanto en la capital como en campaña.

Por debajo de los tribunos, el centurionado; los llamados trecenarius, centuriones al mando de los speculatores o guardia a caballo personal del emperador y finalmente los centuriones pretorianos, cada uno al mando de los ochenta soldados correspondientes a su centuria. Para mantener las formas y evitar que su organización se pareciera demasiado a la de una legión, en la Guardia solo en tres ocasiones se tiene constancia de la existencia del puesto de primi ordines o primeros centuriones, los cuales estaban al mando de las cinco centurias dobles de la primera cohorte. En el s. III d.C. se ha constatado la existencia, dentro de la Guardia del rango de ducenarius o centurión al mando de un contingente de doscientos soldados, pero desconocemos si su existencia previa fue tradicional. El siguiente pasó en el escalafón lo constituían los centuriones pretorianos, cuya jerarquía interna se desconoce, siendo identificados por la cimera transversal en su casco (a diferencia del resto de las tropas que se la colocaban de forma longitudinal) y la vara de sarmiento o vitis que utilizaban para impartir castigos a aquellos soldados que hiciesen merecedores de ellos. Entre los centuriones pretorianos no parece haber una jerarquía clara;ningún centurión revestía en las cohortes pretorianas más de un centurionazgo, tras el cual ascendía en rango independientemente de la cohorte de procedencia. Hasta el s. III era el centurión el que daba el nombre a su centuria; a partir de comienzos del s. III, se va imponiendo progresivamente la denominación táctica de las centurias, según su posición orgánica dentro de la cohorte. Los mejores centuriones pretorianos podían hacer carrera en Roma y convertirse en equites sirviendo en la guarnición urbana donde ejercían un triple tribunado, primero entre los vigilantes, después en los urbaniciani y, finalmente, en los pretorianos.

Centurion pretoriano con la vara de sarmiento o vitis que utilizaban para impartir castigos

Finalmente y por debajo de los centuriones, el rango más importante dentro del grupo de suboficiales era el de signifer, que tenía un rango equivalente al del aquilifer de las legiones; pero en las cohortes pretorianas no existía esta última función al no disponer de un águila como tal equiparable a las de las legiones. Eso no significa, sin embargo que no pudieran disponer de estandartes con este emblema. Inmediatamente tras este, el optio o segundo del centurión; aunque en la carrera militar los optios aspiraban a suceder al centurión, en la Guardia Pretoriana estos solían ascender primero a centuriones legionarios fuera de la Guardia y solo tras varios años de servicio volvían a la guarnición de Roma como centuriones de los vigiles, ascendiendo después al mismo grado en las cohortes urbanas y finalmente obtenían el puesto de centurión en la cohorte pretoriana. Entre ellos existían dos suboficiales con tareas específicas, el optio carceris o adcarcerem, encargado de la prisión militar habilitada en el Castra Praetoria y el optio equitum, al mando de unidades menores de las turmae. También, como suboficiales, existían los principales, que se dividían en sesquipilcarii o duplicarii según recibieran una vez y media o dos veces el salario normal. Estaban exentos de servicios y fatigas en el campamento, y desempeñaban tareas de orden táctico así como también cometidos de tipo administrativo estando asignados a una centuria. Dentro de la oficialidad existían otras figuras como los cornicularii, encargados de la dirección del officium de los prefectos o los tessarii responsables de la contraseña y cuyo rango parece que tuvo una mayor relevancia en la Guardia que en las legiones debido al carácter especial de protección de la familia imperial de esta unidad y por el hecho de que era el propio emperador el que les daba la contraseña cada día.

Los pretorianos contaban entre sus filas con toda una serie de especialistas en administración e ingeniería cuyos conocimientos podían ser empleados donde el emperador lo estimase oportuno, los immunes; estos pertenecían a la tropa pero disfrutaban de exenciones de servicio que los diferenciaban de un simple soldado, ya que se trataba de un elevado número efectivos especialistas que en su mayoría desempeñaban funciones administrativas o de estado mayor, estando en contacto directo con los mandos y por ello disfrutando de grandes posibilidades de promoción. Dentro de los cuerpos de principales e immunes existía un cargo importante,los beneficiarii, que podían ser de dos tipos. Por un lado los que desempeñaban sus funciones junto a los altos mandos pretorianos, llamados beneficiarii praefecti praetoriarum; podían ser más treinta y cinco y para llegar al cargo debían previamente desarrollar sus funciones en el seno de la centuria o en officia de rango inferior, para acumular experiencia tanto militar como administrativa. Una vez alcanzados los dieciséis años en este cargo los beneficiarii praefecti podían reengancharse como evocatus (veterano reenganchado después de la licencia ocon mayor precisión “reenganchado imperial”, un título reservado únicamente a los pretorianos ya que los demás “reenganchados” no tienen derecho al epíteto de “imperiales”), continuando su vida militar y ampliando sus expectativas de ascenso.

Eran fácilmente identificables porque portaban un tipo de lanza especial propia de su rango, con una punta ancha en forma de hoja y una decoración característica. Por otro lado estaban aquellos que actuaban bajo las órdenes de los tribunos, llamados beneficiarii tribuni, que podían alcanzar el número de doce y eran destacados en una statio con alguna función específica, generalmente de control y gestión de rutas de abastecimiento o puntos estratégicos importantes en las redes del imperio;pretorianos destacados en puntos clave para la gestión de abastecimientos para el Estado. Aunque los primeros, ya desde el siglo I d.C. también podían encargarse de la gestión de los suministros para una posible expedición que contara con la participación del emperador y a la cual se unirían junto a los Prefectos del Pretorio; no obstante su empleo directo en el combate es poco probable ya que ello podía suponer la pérdida de especialistas dotados de amplios conocimientos administrativos y de gestión, muy útiles. Estos especialistas pretorianos fueron los encargados de construir el gran puente de pontones en la bahía de Nápoles entre Baiae y Puteoli durante el reinado de Caligula y de los trabajos del canal de Corinto a finales del reinado de Nerón.

Es importante mencionar la existencia de la evocatio que consistía en el mantenimiento activo de soldados o evocati que habían desempeñado funciones particulares de carácter administrativo o de adiestramiento de reclutas y que habían llegado al término de sus años de servicio reglamentarios, pudiendo reengancharse prestando servicio tanto al Prefecto del Pretorio en Roma como parte de la Guardia o bien en provincias como parte de las legiones en apoyo de mandos militares o de funcionarios civiles.  La evocatio era una práctica muy común durante el período republicano que durante el Imperio se limitó generalmente a los soldados pertenecientes a la guarnición de la capital, principalmente pretorianos y, más raramente, de las cohortes urbanas. Los evocati garantizaban al ejército un cierto nivel de especialización y sus condiciones de servicio eran muy buenas ya que tenían un mayor sueldo, estaban exentos de las fatigas del campamento, tenían mejores expectativas de ascenso, etc. Dentro de este grupo existía un rango especial como sería el de los llamados maioriariii, que es posible que estuvieran relacionados con el abastecimiento del trigo. La evocatio podía suponer el inicio de una serie de ascensos que podían desembocar incluso en el primipilato.

Sin duda el servicio en la Guardia Pretoriana era un puesto que proporcionaba grandes ventajas a aquellos que lo ocupaban. A diferencia de los pretorianos de las guerras civiles, escogidos de entre las mejores tropas del ejército, los reclutas (tirones) que iban a servir en el pretorio a partir de Augusto procedían directamente de la vida civil. El enganche era completamente voluntario y solía venir acompañado de una carta de recomendación para facilitar su aceptación; no obstante, la selección de aspirantes era bastante exigente, debiendo demostrar que disponían de unas cualidades físicas excelentes, una altura reglamentada (se buscaban soldados de más de un metro setenta y cinco centímetros),una constitución física adecuada y que pertenecían a una familia respetable. Pero todo ello no les serviría de nada si después no superaban un reconocimiento llamado probatio que certificaba su validez para el servicio en una unidad tan exclusiva; se probaban sus aptitudes físicas, se revisaba su situación jurídica y se comprobaba su ciudadanía  romana. Se desconoce si de este proceso se encargaba alguna institución específica o mando concreto, por lo que las nuevas incorporaciones pudieron quedar en manos del Prefecto del Pretorio, siendo poco frecuente que el Imperator acudiera a las ceremonias de reclutamiento. En el siglo II d.C. también se podía acceder a la Guardia tras tres años de servicio en las cohortes urbanas. Una vez superado el proceso previo los tirones pasaban a ser probatus y se le destinaba como miles a una de las centurias de una cohorte para que ganaran experiencia y méritos durante varios años con los que poder acceder a un destino como inmunis que le libraría de las pesadeces del servicio diario. Tras unos cuantos años más de servicio se podía ascender a principalis, con doble paga, a optio, signifer de la centuria o, si era se trataba de una persona instruida,  al Estado Mayor del prefecto. Recordemos que sólo las legiones llevan un águila, por lo que en las restantes unidades, como es el caso de la Guardia Pretoriana, no encontraremos un aquilifer.

Entrar en la guardia pretoriana era sumamente apetecible, no sólo por el honor que suponía custodiar al emperador, sino también por las ventajas económicas que el puesto traía aparejadas ya que el sueldo de los pretorianos era el más elevado de todas las unidades del ejército romano. A finales del gobierno de Augusto, la cantidad base anual ascendía a 3.000 sestercios, mientras que un legionario cobraba 900. Hay que considerar también los donativos extraordinarios que les otorgaban los emperadores en acontecimientos como el ascenso al poder, campañas victoriosas o celebraciones especiales, y que eran siempre mayores que las que pudieran ofrecerse a las tropas legionarias. Por ejemplo, Augusto, en su testamento, ordenó que se entregaran 1.000 sestercios a cada pretoriano, por sólo 300 a los legionarios, y muchos de sus sucesores les hicieron generosos donativos nada más acceder al poder para asegurarse su fidelidad: Claudio les concedió 15.000 sestercios, y Marco Aurelio y Lucio Vero, ya en el siglo II d.C., 20.000.Sin embargo al igual que los legionarios, no podían disponer libremente de todos sus ingresos, puesto que una parte del sueldo se depositaba en las cajas de la unidad, así como la mitad de los donativos recibidos. Estos ahorros se les reembolsaban en el momento de licenciarse. Otra ventaja de la que disponían era que, al estar acuartelados en la capital del Imperio, los pretorianos no tenían que pagar por el trigo, un alimento básico que se les distribuía gratuitamente y que, en cambio, sí se deducía del sueldo de los legionarios. Tampoco debían pagar sus armas y equipo. Los pretorianos no solo disfrutaban de beneficios económicos, etc. sino también de ventajas judiciales como el privilegio de ser procesados en el interior de su campamento, la agilización de aquellos juicios en los que actuaban de demandantes o la posibilidad de hacer testamento en vida de sus padres. Sus años de servicio eran menos: dieciséis frente a los veinte de los legionarios.

La edad a la que solía iniciarse el servicio oscilaba entre los 17 y los 20 años. Durante los dos primeros siglos del Imperio el grueso de los reclutas destinados a prestar servicio en la Guardia Pretoriana procedía de la Península Italiana; a lo largo del s. I los pretorianos incluso acabaron viéndose a sí mismos como el auténtico ejército romano. Los soldados de la Guardia durante los dos primeros siglos del Imperio eran a menudo miembros de familias relativamente acomodadas en sus comunidades de origen. La explicación la tenemos en las importantes expectativas de hacer carrera que se abrían en el pretorio para los más capaces, infinitamente superiores a las que ofrecían los cargos municipales en Italia o en las provincias. Este hecho explica también en parte el prestigio del que gozaban los veteranos del pretorio en su patria o en la ciudad a la que se retiraban. Otras zonas de procedencia de los pretorianos antes de la reforma de Severo eran Hispania (principalmente la Bética), Macedonia y Nórico y también de otras provincias, especialmente la Narbonense, Panonia y Dalmacia; con todo, el porcentaje de provinciales admitidos en la Guardia para los ss. I y II se mantiene muy bajo. Tras las reformas de Septimio Severo el servicio en la Guardia se convierte en un premio para los mejores soldados procedentes de las legiones de todo el Imperio.Como romanos, los legionarios reconocían la institución del beneficium (favor) y recibir un beneficium suponía que un individuo apreciara a su benefactor y estuviera en deuda formal con él. Así pues, la elección para el servicio en la Guardia Pretoriana era un beneficium muy apetecible para los legionarios de las fronteras, siendo además una razón de peso adicional para mantenerse leal al emperador. Durante el s. III, por tanto, los legionarios podían proceder de cualquier legión del ejército. Sin embargo, en la práctica, las áreas con mayor aportación de pretorianos fueron las provincias fronterizas que bordeaban el Danubio.

Rondando la edad de treinta y cinco años, los pretorianos licenciados, desde la época de Vespasiano (76 d.C.) y hasta el fin de esta unidad incluso tras las reformas de Severo, recibían un diploma donde se les reconocía el derecho a un matrimonio legal, considerándose a sus hijos como ciudadanos romanos y eran inscritos en un listado llamado laterculi praetorianiorum, erigiéndose un altar que conmemoraba el acontecimiento. Se estima que el porcentaje de pretorianos licenciados rondaría el 54%, los cuales podían optar por integrarse en la vida civil o reengancharse una vez recibidos los ahorros depositados bajo los estandartes de su unidad (seposita) y acumulados durante toda su vida a partir de su sueldo (stipendia, que era el triple que el de los legionarios), además de los donativos imperiales extraordinarios con motivo de acontecimientos o celebraciones especiales y de un premio de licenciamiento, que en un primer momento se abonaba en tierras pero que ya el propio Augusto cambió por una compensación de 5.000 dn. (frente a los 3.000 dn. de los legionarios) que era entregada por el erario militar (aerarium militare); aunque los repartos de tierras (en este caso exentas de impuestos) nunca se abandonaron del todo y se seguían haciendo de forma irregular.

No eran pocos los peligros que acechaban a un emperador romano; enemigos extranjeros o rivales en guerras civiles podían enviar contra ellos asesinos e incluso en tiempos de paz, las envidias y celos provocados por su posición suponían un peligro constante, incluso en el seno de la propia familia imperial. El mismo Augusto, ya consolidado en el poder, tuvo que hacer frente a no pocos atentados contra su vida. Por todo ello los emperadores se vieron obligados a no descuidar su seguridad, manteniendo fuertes contingentes de Guardias en el Palacio o cuando se desplazaban. De esta manera, todos los días, una cohorte pretoriana completa, con sus centuriones y su tribuno al frente, se desplazaba al Palatino para montar guardia en la residencia imperial. Existía un sistema de rotaciones para este servicio, así como una serie de turnos de guardia por los que pasarían todos los miembros de la cohorte. El relevo se llevaba a cabo a la hora VIII, (entorno a las 13.00 hrs) momento en el que la cohorte entrante, con el tribuno y los centuriones al mando, tomaba el relevo de la cohorte de guardia saliente en el palacio imperial. El tribuno recibía la contraseña para el día directamente de boca del emperador. Para el s. I d.C., el cuerpo de guardia utilizado por los elementos de la cohorte pretoriana de protección en palacio estaba ubicado bajo el lado sur del palacio de Tiberio. No obstante, con el tiempo el palacio imperial se extendió a casi toda el área del Palatino, por lo que es probable que existiera más de un puesto de guardia de este tipo. En la domus Flavia del Palatino, la sala denominada Aula Regia aparece flanqueada por otras dos más pequeñas; una de ellas, tradicionalmente denominada lararium, podría ser el cuerpo de guardia donde se ubicaría parte de la mencionada cohorte pretoriana que diariamente servía en misiones de protección en el palacio imperial. La otra sala, denominada basílica, podría haber albergado las reuniones del consejo imperial.

Los centinelas que montaban la guardia diaria en el palacio lo hacían ataviados con la toga y portando la espada oculta, como ya hemos indicado con anterioridad; a veces podían llevar también su arma de asta reglamentaria, pero no portaban ni casco ni escudo. En las misiones de guardia ante el Senado llevaban este mismo atuendo, si bien en ocasiones podían recibir instrucciones de no ocultar la espada y mantenerla bien visible sobre la toga como elemento claramente disuasorio. La Guardia más interior dentro del Palatino estaba a cargo de los Germani Corporis Custodes (hasta 69 d.C.) y, a partir de 98, de los Equites Singulares Augusti. Los pretorianos, por su parte, controlaban los accesos al Palatino y las habitaciones exteriores. El único periodo en el que de ellos dependía la totalidad de la seguridad del Palacio es el comprendido entre las dos fechas mencionadas, cuando la ausencia de una Guardia Germánica a caballo sólo dejaba a los emperadores el recurso a los pretorianos. Esto podía suponer en ocasiones un peligro claro, pues el príncipe estaba completamente a merced de los pretorianos sin posibilidad de oponerles ninguna otra fuerza armada, como le ocurrió a Nerva en 97. La custodia del emperador en sus desplazamientos de corto recorrido correspondía a los speculatores pretorianos, precisamente hasta el mencionado golpe de mano contra Nerva. Desde su ascenso al poder y la restauración de una Guardia Imperial a Caballo, Trajano extrajo a sus guardias de corps de esta nueva unidad, siendo conocidos como hastiliarii y desplazando de sus funciones a los speculatores del pretorio.

Los pretorianos tenían la misión de escoltar al emperador en sus desplazamientos dentro de la capital. Aseguraban junto a la Guardia de Germani o de Equites Singulares Augusti la custodia del príncipe cuando éste se dirigía al Foro o al Senado (permaneciendo, eso sí, de guardia en el exterior del edificio), a visitar a algún amigo o pariente, a cenar fuera del palacio, etc. Dependiendo de las aprensiones del emperador o del momento la escolta podía ser más o menos discreta; por ejemplo, Claudio, por desconfianza tras el asesinato de Caligula, contaba en los banquetes con una escolta armada, práctica que se mantuvo en vigor durante el resto del Imperio. Tenemos noticias asimismo de que un nutrido grupo de pretorianos, incluidos algunos tribunos de la Guardia, seguían a Nerón a distancia durante sus correrías nocturnas por Roma durante los primeros años de su gobierno.

Los pretorianos también protegían al emperador en los desplazamientos fuera de Roma  y en cumplimiento de esta misión siguieron a Tiberio en su retiro a Capri; a Nerón en su periplo por Grecia; a Domiciano en su villa de Albano; a Adriano en sus estancias en Tívoli, así como en los viajes que desarrolló a lo largo y ancho de todo el Imperio, etc. Conocemos a partir de las fuentes algunos detalles de cómo se desarrollaban estas escoltas: parece que por delante viajaba un destacamento que despejaba el camino para evitar incidencias a la litera o al carruaje del emperador. Tiberio incluso castigó severamente a un centurión encargado del reconocimiento del camino porque en uno de sus desplazamientos por Italia su litera se había enredado en unos matorrales.Un servicio de guardia estaba asegurado en todas las villas imperiales; en Villa Adriana en Tívoli, residencia en la que el emperador Adriano pasaba largas temporadas, se ha hallado al SO de las grandes termas un edificio de tres plantas con dos filas de habitaciones cada una que, muy probablemente, fuera empleado por los pretorianos encargados de proteger al emperador durante sus estancias en este complejo.  Y por último, los pretorianos también acompañaban al emperador difunto en sus funerales y le rendían un último homenaje durante su ceremonia de Apotheosis o paso a la divinidad. Este honor también se aplicó a algunos miembros de la familia imperial, como Germánico, cuyas cenizas fueron recibidas desde Oriente en Brindisi por dos cohortes pretorianas que las escoltaron hasta Roma. Los pretorianos escoltaban de la misma forma los féretros de aquellos emperadores que morían lejos de la capital. El protocolo de todas estas ceremonias queda establecido ya desde la muerte del propio Augusto. Los pretorianos participaban, en uniforme de gala, en todas las ceremonias oficiales en las que se requería la presencia del príncipe. Entre ellas cabria destacar las ceremonias de profectio, salidas del emperador en campaña, y adventus, regreso de la misma, los triunfos y la recepción de embajadas. Así, las fuentes nos informan de que durante el reinado de Claudio, las cohortes pretorianas formaron en armas en el campus delante de su campamento para celebrar la victoria sobre el líder britano Carataco, mostrado al pueblo encadenado junto a su familia y, más tarde, perdonado por el emperador. Una de las ceremonias más espléndidas tuvo lugar con motivo de la presencia de Tiridates en Roma bajo el reinado de Nerón, del que recibiría la corona de Armenia como rey vasallo de Roma. También se celebraban ceremonias especiales con motivos del aniversario del emperador, al que se renovaba en una gran parada el juramento de fidelidad cada primero de enero

También la familia imperial disponía de una escolta de pretorianos, más o menos numerosa según rango e influencia. Así, algunas emperatrices gozaron de este privilegio, haciendo gala del mismo, como Agripina, madre del emperador Nerón; de hecho, la retirada de la escolta pretoriana que la acompañaba marcó claramente el inicio de su definitiva caída en desgracia. A veces la propia escolta era también una guardia encargada de vigilar y controlar al “homenajeado”, como en el caso de Octavia, la emperatriz hija de Claudio repudiada por Nerón en favor de Popea y exiliada en Campania.

Ademas de sus labores aúlicas, los pretorianos fueron empleados en la represión de movimientos sediciosos y rebeliones, así como en la investigación de conjuras contra el emperador. Fueron empleados en el mantenimiento del orden público de la capital junto a las cohortes urbanas, cuando era necesario y en la lucha contra incendios, en casos de extrema necesidad, en apoyo de los vigiles. Los pretorianos eran también encargados de montar guardia en los espectáculos públicos para evitar desórdenes por parte de la población. Los días de celebraciones, pretorianos y cohortes urbanas se habrían repartido las tareas; mientras los pretorianos asegurarían los propios lugares de espectáculos, los urbani patrullarían por la ciudad para evitar el robo en las casas vacías. Una cohorte era destinada habitualmente para montar guardia durante los juegos. El emperador Nerón llegó al extremo de ordenar a los pretorianos controlar los gritos desacompasados o los “silencios apáticos” del público en sus actuaciones. Tengamos en cuenta que la reacción del público durante un espectáculo no podía desdeñarse como índice de popularidad del organizador de los juegos, en este caso el emperador, existiendo incluso dos o tres formas diferentes de aplaudir; por todo ello Nerón prefería asegurarse una reacción correcta del público mediante un poco de presión antes que asumir el riesgo de una respuesta negativa o apática del graderío.

Otro papel importante de la Guardia Pretoriana en la capital era el de servicio de información. Todo militar estaba obligado a proporcionar informaciones concernientes a la paz pública de las que hubiera tenido conocimiento; de este modo los pretorianos, junto a los soldados de las cohortes urbanas, podían desempeñar su papel de informantes al estar estacionados en puntos estratégicos para el mantenimiento del orden, como los lugares de espectáculos, los mercados o incluso las puertas de la ciudad. Esta labor de informantes la ejercían incluso en el propio palacio, como ocurrió con uno de los hijos de Agripina la Mayor, Nerón (hijo mayor del difunto Germánico, no confundir con el futuro emperador), a cuya caída en 26 d.C. contribuyeron las delaciones ante Sejano de unos pretorianos que se habían hecho eco de sus palabras mientras montaban guardia en una de las puertas. Cabe recordar también que cierto número de pretorianos estaría destacado en stationes en distintos puntos de la capital; sólo se sabe con seguridad de la existencia de una de ellas en el Esquilino. El propio campamento pretoriano estaba también custodiado por una cohorte pretoriana al completo, con tribunos y mandos inferiores al frente, que rotaba cada día.

En los procesos contra la seguridad del Estado y del emperador o delitos de lesa majestad, los pretorianos, con sus altos oficiales al frente, solían hacerse cargo de la custodia de los arrestados, así como de su interrogatorio y de la instrucción de la acusación. Los pretorianos y sus mandos también eran habitualmente empleados para llevar a cabo asesinatos políticos y eliminar posibles rivales del emperador o individuos potencialmente problemáticos.

Un aspecto esencial en el funcionamiento de la Guardia Pretoriana era el abastecimiento de vestimenta, calzado y equipo. Estas necesidades, sobre todo ante la variedad posible de combinaciones de las funciones que ejercían, habrían generado no pocos quebraderos de cabeza de índole logistico. Para empezar, habrían sido necesarias no menos de cinco mil togae para su servicio en palacio, aunque los más seguro es que existiera un conjunto de unas 500 en el puesto de guardia del palacio imperial y que las diferentes cohortes las frieran utilizando de forma indiscriminada, tal como pudo haber pasado también con el equipo de parada.  En cuanto a las necesidades de armamento y equipo, éstas no serían muy diferentes de las de una legión, a excepción del equipamiento de parada (ausente en estas últimas unidades): espadas, lanzas y pila, scuta de parada y de combate, cascos y armaduras. Dichas necesidades de armamento quedarían centralizadas en los arsenales y gestionadas por su personal administrativo. Por último, cabría recordar que estas necesidades se habrían visto bastante incrementadas desde fines del s. TT a partir de la reforma operada por Septimio Severo en la Guardia en el año 193.

A lo largo de sus más de tres siglos de historia, tanto los mandos como los soldados de la Guardia Pretoriana protagonizaron diversos cambios tanto en su indumentaria (que incluía el uniforme de servicio y el de ceremonias) como en su armamento, sin olvidar que sus mayores emolumentos les permitían vestir prendas más caras que los legionarios. Disponían de cuatro uniformes según el servicio a desempeñar: el uniforme civil (con toga de ciudadano para los servicios en el palatino y en el exterior del Senado, con la espada oculta bajo la toga y sin coraza), el uniforme de parada (utilizado cuando acompañaban al emperador en algún evento y por ello portando solo una daga ceremonial), el uniforme de servicio (compuesto por una túnica y el gladius) y el uniforme de combate (con armadura, escudo, armas, etc.).

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Los oficiales usaban un tipo de capa de color rojo que se fijaba al hombro izquierdo mediante una fíbula y llamada paludamentum, muy similar al sagum pero con los bordes inferiores redondeados y de mejor calidad; junto con un tipo de pantalones ajustados por encima de la rodilla llamados feminalia, los cuales fueron sustituidos en el s. III d.C. por pantalones más amplios llamados bracae. Se usaba un cinturón llamado cingulum militare cuya primera misión fue la de distribuir el peso de la cota de malla sobre las caderas en campaña, o dos cinturones para sujetar uno la daga y otro la espada fuera de ella. Por su parte, los soldados usaron como prenda básica durante toda su historia una túnica de lana sin teñir y de color blanco en Roma y rojo en campaña, formada por una pieza de lino o lana por encima de las rodillas, con mangas cortas o sin mangas y una amplia abertura para introducir la cabeza y un brazo dejando un hombro al descubierto. Podían ir ceñidas con una pieza de tela colocada alrededor de la cintura llamada ventralem, y bajo ellas portaban un tipo de ropa interior llamada subligaculum o subligar. En invierno contaban con una capa de forma ovalada y con capucha llamada paenula, pero que desde finales del siglo I d.C. fue sustituida por el típico sagum o pieza de tejido rectangular sujeta mediante una fíbula sobre el hombro derecho. En cuanto al calzado, hasta mediados del s. II d.C. los soldados utilizaban las típicas caligae, una especie de sandalia militar cuya base se componía de tres capas de cuero, con la suela tachonada de clavos para incrementar el agarre y prolongar la vida del calzado y una serie de tiras de cuero que se anudaban a lo largo del tobillo para favorecer una perfecta sujeción al pie; mientras que los oficiales superiores utilizaban un tipo de bota propia llamada calceus.

Con respecto a la armadura que portaba la Guardia Pretoriana parece que hasta finales del s. I d.C. el equipo de los pretorianos no era muy distinto del de los legionarios, excepto por sus escudos o los blasones. Durante los primeros años de su existencia los soldados pretorianos iban equipados con una cota de mallas (lorica hamata) que era la de uso corriente en el ejército romano y se elaboraba mediante pequeñas anillas de metal enlazadas entre sí, y protegía por completo el tronco del portador prolongándose a veces hasta los muslos. Solían ser muy pesadas (8-14 kg.), descansando la mayor parte del peso en los hombros y el resto en la cadera al apoyarse en el cinturón, cuya misión también era la de evitar que la coraza fuera muy suelta en combate y dificultara los movimientos del soldado. Así, las cotas de malla ofrecían una aceptable protección contra las armas de punta, y una mejor contra las de filo y contra proyectiles ligeros (flechas, etc.); ya que debajo de ellas los pretorianos también vestían el denominado thoracomachus, prenda destinada a impedir que la armadura deteriorara la túnica o causara dolorosas rozaduras en la piel. Por su parte, para proteger la zona del cuello llevaban un pañuelo llamado focale que también protegía esa zona de los roces de la coraza y del frio. Existía también un tipo de coraza musculada llamada lorica thorax, de tradición griega que solo portaban los altos mandos y los oficiales; estaba compuesta de peto y espaldar con la representación de una musculatura en relieve muy desarrollada.

A mediados del siglo I d. C. aparecerá la llamada lorica segmentata, formada por placas de metal rígido unidas entre sí mediante tiras de cuero interiores que protegían al portador desde la cintura hasta el cuello; también contaba con piezas adaptadas para los hombros de mayor resistencia a los golpes verticales. Dicho nuevo modelo presentaba ciertas desventajas con respecto a sus predecesoras ya que su mantenimiento debía ser especializado, sus enganches eran bastante débiles, no protegía los muslos, etc. pero las ventajas que reportaba eran mucho mayores pues detenía golpes más fuertes sin sufrir daños y proporcionaba una buena protección no solo contra elementos arrojadizos ligeros sino también contra lanzas y jabalinas. A ello deberíamos unir el hecho de que sus articulaciones permitían una gran comodidad de movimientos, que su coste de fabricación era menor y que pesaba solo entre 6-9 kg. por lo que mejoraba los movimientos de los soldados en combate y facilitaba su carga en los desplazamientos. La guardia tardía utilizará la llamada lorica squamata, que se elaboraba mediante pequeñas piezas de metal con forma de escamas engarzadas entre sí a una pieza inferior (de lino o cuero) que actuaba como base para mantenerlos en posición. Pero este modelo, a pesar de que permitía una mayor movilidad y tanto un coste de producción como de mantenimiento más bajo que la anterior, ofrecía una protección defensiva mucho menor.

En lo que se refiere a los escudos, la Guardia Pretoriana parece que utilizó, hasta finales del siglo II d.C. el habitual escudo ovalado legionario de la etapa republicana; aunque en la columna trajana los pretorianos aparecen a veces con el escudo ovalado y otras con el scutum rectangular típico de los legionarios (pero con los lados curvos) y que se caracterizaba por presentar una spina que lo recorría verticalmente a lo largo de su eje, con un ensanchamiento en el centro para proteger la mano del portador, y un escorpión grabado en la parte externa o tres de ellos con uno en el centro. Es por ello que quizá el scutum se utilizara sobre todo en ceremonias o paradas, o lo portaran solo los pretorianos que se dedicaban a la custodia inmediata del emperador, tanto en tiempos de paz como en campaña, ya que a mediados del siglo III d.C. siguieron apareciendo nuevas muestras de la utilización del scutum. La caballería pretoriana dispondría de un escudo plano ovalado o hexagonal realizado en madera y decorado con la típica figura de los escorpiones.

En los primeros tiempos de la Guardia esta se protegía con los típicos cascos republicanos de estilo montefortino; el famoso casco ático que los pretorianos aparecen portando en algunas representaciones se habría empleado solo como parte del uniforme de parada. Ya a finales del siglo I d.C. en el equipamiento de los soldados pretorianos se sucederían tres tipos de cascos básicos: el Buggenum (inspirado en el modelo montefortino con un cuerpo de perfil ojival, una protuberancia hueca en la parte superior y un pequeño cubrenuca en ángulo pronunciado), el Haguenau (más adaptado al combate y fabricado en una sola pieza con un amplio cubrenuca perpendicular y un refuerzo frontal fijado en los temporales, con amplias carrilleras) y el Weisenau (normalmente de hierro con el casquete y el cubrenuca en una sola pieza y un hueco para las orejas reforzado por una banda ribeteada y al que a veces se añadían elementos decorativos).

Las armas básicas fueron las mismas que emplearon los legionarios de infantería pesada y, hasta finales del siglo II d.C., entre ellas se encontraba el gladius o espada corta;la vaina era de madera con refuerzos metálicos y, en el caso de los pretorianos, su elevado salario les permitía poder decorarla con profusión. Los soldados pretorianos la portaban en el costado derecho, pero los centuriones la llevaban al izquierdo como símbolo distintivo.Desde finales del siglo II d.C. esta fue sustituida por la spatha, de anchura variable y hoja más larga que el gladius. En el costado contrario al que se colocaban estas armas, los soldados pretorianos portaban una daga llamada pugio. Como acompañamiento tradicional de la infantería legionaria se empleó una jabalina o pilum como arma arrojadiza, compuesta por un asta de madera y una parte metálica en el extremo de entre 60-90 cm. obteniéndose una longitud total de 2 m.; existiendo una versión más ligera llamada lancea o jabalina ligera (a veces se colocaba en ellas una bola de plomo como sobrepeso para aumentar la capacidad de penetración, pero ello les restaba recorrido). Es posible que los  soldados recibirían instrucción en el manejo del arco, por si fuera necesario, quizá a raíz de las reformas protagonizadas por Septimio Severo.

Se sabe que la Guardia disponía de máquinas de guerra que podían ser usadas tanto para la  defensa como para el ataque, para labores urbanísticas, lucha contra incendios, etc. según lo requiriera la situación; almacenándose en el arsenal del Castra. De entre este tipo de armas de proyectiles destacan, hasta el siglo II d.C., la ballista y la catapulta. También contaban con el llamado scorpion, el onagro o la carrobalista.

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